FRANCISCO DE GOYA
RETRATO DE FRANCISCO DE GOYA POR VICENTE LÓPEZ
- Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. En todas estas facetas desarrolló un estilo que inaugura el Romanticismo. El arte goyesco supone, asimismo, el comienzo de la pintura contemporánea, y se considera precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX.
- Francisco de Goya y Lucientes nació en 1746 en el seno de una familia de mediana posición social4 de Zaragoza.
- Cuando Francisco tenía poco más de diez años, ya comenzados sus estudios primarios probablemente en los Escolapios de Zaragoza, la familia atravesó dificultades económicas que pudieron obligar al jovencísimo Goya a ayudar con su trabajo a superar la crisis. Quizá este hecho explique que su ingreso en la Academia de Dibujo de Zaragoza, dirigida por José Luzán.
ANTECENDENTES
- Goya, es un pintor cuyo aprendizaje progresa lentamente, y su obra de madurez se revelará tarde. No es extraño que no obtuviera el primer premio en el concurso de pintura de tercera categoría convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1763, en el que el jurado no le otorgó ningún voto en competencia con Gregorio Ferro.6 Tres años más tarde, esta vez en la convocatoria de primera clase, volvió a intentarlo a fin de obtener una beca de formación en Roma, de nuevo sin éxito.
VIAJE A ITALIA
- Tras los dos intentos frustrados de obtener apoyo material para llevar a cabo el obligado viaje para estudiar a los maestros italianos in situ, Goya, con sus propios recursos, parte hacia Roma, Venecia, Bolonia y otras ciudades italianas, donde consta su aprendizaje de la obra de Guido Reni, Rubens, El Veronés o Rafael, entre otros grandes pintores.
- En Parma concursa en una convocatoria pictórica, con tema obligado de género histórico, en la que, si bien no obtuvo el máximo galardón, sí una mención especial del jurado.7 Su Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes muestra cómo el aragonés se ha despojado de las convencionales composiciones de estampa devota aprendidas de José Luzán y del cromatismo tardobarroco (rojos, azules oscuros e intensos y glorias anaranjadas como representación de lo sobrenatural religioso) para adoptar una invención más arriesgada, inspirada en los modelos clasicistas, así como una paleta de tonos pasteles, rosados, suaves azules y grises perla.
LA ADORACION DEL NOMBRE DE DIOS
GOYA EN MADRID
Goya comienza su labor, menor
como pintor, pero importante para introducirse en los círculos aristocráticos,
con la dificultad añadida de conjugar el Rococó de Tiépolo y el Neoclasicismo
de Mengs para alcanzar el estilo apropiado para unos cuadros destinados a la
decoración de las estancias reales, donde primaba el buen gusto y la
observación de las costumbres españolas; todo ello, además, dotando a la escena
de encanto no exento de variedad en la unidad. No es aún realismo pleno, si
bien algunos de sus óleos para cartones denotan verismo, como La nevada (1786)
o El albañil herido (1787), pero sí fue necesario alejarse tanto del barroco
tardío de la pintura religiosa de provincias como del ilusionista Rococó,
inadecuado para obtener una impresión de factura «del natural» (como pedía
siempre el pintoresquismo). También era necesario distanciarse de la excesiva
rigidez academicista del Neoclasicismo, que no favorecía la narración y la
vivacidad en la anécdota requerida en estas imágenes de costumbres,
protagonizadas por tipos populares o aristócratas disfrazados de majos y majas,
como se puede apreciar en La gallina ciega (1789). Lo pintoresco necesita que
el espectador sienta que el ambiente, los tipos, los paisajes y escenas son
contemporáneos, cotidianos, como los que puede contemplar él mismo; pero a la vez,
la vista debe ser entretenida y despertar la curiosidad, pues de lo contrario
carecería de interés. Por otro lado, el realismo capta el motivo
individualizándolo; los personajes de la pintura de costumbres son, en cambio,
tipos representativos de un colectivo.
La actividad de Goya para la Real
Fábrica de Tapices se prolongó durante doce años, de 1775 a 1780 en un primer
quinquenio de trabajo y de 1786 hasta 1792 (otros siete años), año en que una
grave enfermedad, que le provocó su sordera, lo alejó definitivamente de esta
labor. En total realizó cuatro series de cartones distribuidos del siguiente
modo:
PRIMERA SERIE PARA LOS PRINCIPES DE ASTURIAS ( CARLOS IV Y MARIA LUISA PARMA)
SEGUNDA SERIE
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LA NOVILLADA EL PASEO POR ANDALUCIA |
TERCERA SERIE
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PRADERA DE SAN ISIDRO |
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LOA POBRES EN LA FUENTE |
CUARTA SERIE
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EL PEPELE LA BODA LOS ZANCOS |
RATRATISTA Y ACADÉMICO
![]() |
LA FAMILIA DE DON LOUIS DE BORBON |
De este modo Goya va ganando prestigio, y los ascensos se
suceden. En 1785 es nombrado Teniente Director de Pintura de la Academia de San
Fernando (semejante al puesto de subdirector), y en 1789, a sus cuarenta y tres
años y tras la subida al trono del nuevo rey Carlos IV y hacer su retrato,
Pintor de Cámara del Rey, lo que le capacitaba para ejecutar los retratos
oficiales de la familia real a la par que obtenía unas rentas que le permitían
darse el lujo de comprarse coche y sus tan deseados «campicos», como
reiteradamente le escribía a Martín Zapater, su amigo de siempre.
PINTURA RELIGIOSA
Desde comienzos de 1778 Goya espera recibir la confirmación
de un importante encargo, la decoración pictórica de una cúpula de la Basílica
de Nuestra Señora del Pilar,9 que la Junta de Fábrica de dicho templo quiso
encomendar a Francisco Bayeu, quien a su vez propuso a Goya y a su hermano
Ramón para su realización. En la decoración de la cúpula Regina Martirum y sus
pechinas depositaba el artista grandes esperanzas, pues su trabajo como pintor
de cartones no podía colmar la ambición a que aspiraba como gran pintor.
En 1780, año en el que es nombrado académico, emprende viaje
a Zaragoza para realizar el fresco bajo la dirección de su cuñado, Francisco
Bayeu. Sin embargo, al cabo de un año, el resultado no satisfizo a la Junta del
Pilar y se propuso a Bayeu corregir los frescos antes de dar su aprobación para
continuar con las pechinas. Goya no aceptó las críticas y se opuso a que se
interviniera en su recién terminada obra. Finalmente a mediados de 1781 el
aragonés, muy dolido —en una carta dirigida a Martín Zapater expresa que «en
acordarme de Zaragoza y pintura me quemo bibo...»—,10 volvió a la corte. El
resquemor duró hasta que en 1789 conoció la intercesión de Bayeu en su nombramiento
como Pintor de Cámara del Rey. A fines de ese año, por otra parte, muere su
padre.
Poco después Goya, junto con los mejores pintores del
momento, fue requerido para pintar uno de los cuadros que iban a decorar la
iglesia de San Francisco el Grande de Madrid, en lo que se convierte para él en
una oportunidad de establecer una competencia con los mejores artífices
contemporáneos. Tras los roces habidos con el mayor de los Bayeu, Goya prestará
un detallado seguimiento a este trabajo en el epistolario dirigido a Martín
Zapater e intentará mostrarle cómo su obra vale más que la del respetadísimo
Francisco Bayeu, a quien se encargó la pintura del altar mayor.
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